Las ciudades han colapsado por el pequeño virus que ha mostrado la incapacidad grosera de sus gobiernos por dotarlas de una red de servicios básicos en todos sus barrios. Lo hemos constatado en sanidad. Lo estamos pagando con muertos. En los barrios con menos servicios públicos, asusta. Y seguirá duramente y por largo tiempo con más y más ciudadanos vulnerables, desposeídos de trabajo, con alquileres impagables, las desigualdades en huracán y sin lo mínimo para vivir dignamente. La fragilidad emerge imparable. Los servicios sociales se colapsarán. Los gobiernos, antes de la epidemia, se preocupaban de de los turistas, los grandes acontecimientos, el colaborar con las grandes empresas para privatizar servicios, los colorines de sus marcas y comunicaciones y el tirarse los platos por la cabeza entre partido de gobierno y oposición, en nombre de la marca ciudad. Fue. Optaban por la gestión económica con orgullo y fanfarria: inmenso espectáculo de partido rebosante de narcicismo. Todo esto se ha ido directamente a la mierda.
Quedamos los ciudadanos indignados, asustados y cabreados. Y gobiernos inservibles para afrontar presente complicado y futuro tenebroso si no se cambia todo. TODO. ¿Entenderán estos incapaces que lo que deben priorizar es el CUIDADO DE LOS CIUDADANOS? ¿Que la ciudad somos su gente y no los negocios y las infraestructuras pétreas y tecnológicas? ¿Se lo exigiremos los ciudadanos que hemos asistido pasivos a tal desastre y por lo que parece nos estamos convirtiendo en obedientes para el desastre? ¿Dónde están los movimientos sociales? ¿Por qué continua callada vergonzosamente la cultura?
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